Lo mejor y lo peor que puedes hacer en Dublín

Dado que toda guía turística al uso comienza cantando las infinitas bondades de la ciudad en cuestión -lo mejor de Dublín, en este caso- nosotros hemos preferido ofrecerte una variante en la que primero te advertiremos sobre aquellas cosas que NO deberías hacer si viajas a Dublín, seleccionadas y traducidas de esta divertida lista.

Para evitar hacer excesivamente el guiri, básicamente. Y no temas, que después encontrarás una lista con lo mejor y más apetecible de la ciudad. Vamos con ello:

– Para empezar, jamás llames “británico” a un irlandés, a no ser que te cuentes entre los que gustan de alimentar a gremlins tras la medianoche. No es algo que les siente precisamente bien.

– Evita el desfile de St. Patrick’s: a fin de cuentas, es una tradición importada de los EEUU. Además, termina siendo el perfecto compendio de borracheras salidas de madre, vomitonas callejeras, muchedumbres y estriptís inesperados (aunque bueno, tal vez estos datos te hagan abrazar esta fiesta con más ganas).

– Bebe Guinness, no Murphy’s: porque es la auténtica birra dublinesa, porque puedes visitar su emblemática fábrica, y porque la Murphy’s es de Cork. Eso sí, mejor no cuentes con darle al frasco hasta horas intempestivas, porque la mayoría de bares cierran a las 23:30

– No visites la casa donde nació Oscar Wilde: Westland Row no es un museo, sino un espacio donde se reúnen los pipiolos con vocación de escritores para dar charlas y participar en eventos culturales. Es más aconsejable visitar su casa de Merrion Square, 1 o la famosa estatua que se encuentra al lado.

– Tratar de pasar una velada escuchando música irlandesa tradicional es más complicado que cazar un pájaro dodo. Básicamente, lo que encontrarás será una versión descafeinada dirigida a los turistas, igual que en España muchos tablaos flamencos ofertan algo mucho más parecido a Camela que a Camarón. Si quieres música tradicional, mejor búscala en la Costa Oeste o en los pueblos.

– Ten en cuenta que hacerse una foto con la estatua de Molly Malone equivale, a ojo de buen cubero, a visitar Madrid y abrazarse al Oso y el Madroño mientras se grita 'olé' a pleno pulmón: la guirez definitiva.

Ahora que ya le hemos pegado un buen repaso al yang, pongámonos con el ying, es decir, todo lo estupendo que Dublín ofrece a los viajeros. Quienes deseen hacer una visita al uso y no perderse ninguna de las principales atracciones de la ciudad, tienen una parada de rigor en el Trinity College, la más afamada universidad irlandesa, un edificio que deslumbra tanto por su sabor añejo como por su arquitectura y la belleza de sus estancias, entre las que destaca una biblioteca colosal. También es recomendable pasear por la ciudad aprovechando el recorrido que trazan dos de sus principales arterias: O’Connell Street y Grafton Street. Ubicada en el centro de Dublín, la primera de ellas es una de las avenidas europeas más amplias, flanqueada por innumerables tiendas, bares y monumentos emblemáticos como el Spire, considerada la estatua más alta del mundo. En cuanto a Grafton Street, probablemente sea la calle idónea para tratar de pasar desapercibido entre el bullicio dublinés y hacer un poco de vida a la irlandesa.

No podemos dejar de recomendar el Temple Bar, un barrio situado en el centro de Dublín famoso por su vida nocturna bohemia y amplia oferta cultural. El equivalente a Malasaña en Madrid o al Barrio Alto de Lisboa, vaya. El Temple Bar Music Centre tiene fama por sus conciertos y programación musical, y a un tiro de piedra de él se encuentra un magnífico centro de fotografía, y el Instituto de Cinematografía Irlandés. Huelga decir que los bares proliferan como setas en el barrio y que, por tanto, suele estar cuajado de turistas –con los españoles a la cabeza, muy probablemente.

 

Para los aficionados a la literatura y los recorridos de postín, la ruta de James Joyce ofrece una estupenda forma de visitar algunos de los lugares más estupendos de la capital irlandesa; precisamente hace poco Alfonso Zapico -escritor de cómics español- publicó una guía en la que cuenta su periplo en pos del plumilla. Y los que quieran compaginar la hondura literaria con la hondura de las jarras de Guinness deberían apuntarse a la Ruta de los Pubs Literarios de Dublín, en la que actores debidamente atrezados interpretan a tipos de la talla de Beckett, Joyce, Yeats o Flann O’Brien.

Como no es cuestión de desgastar suelas sin tener el estómago repleto, sentémonos a la mesa. Para empezar, los desayunos irlandeses tienen merecida fama por su abundancia y variedad: salchichas, bacon, huevos y pan, regados con zumo de naranja y café, una combinación capaz de resucitar a un muerto –o, como mínimo, a un resacoso-. No menos célebres son los estofados de carne de res dublineses, cocidos lentamente en cerveza Guinness y acompañados por generosas raciones de patatas. Otras recetas características son el colcannon -plato tradicional a base de repollo, puré de patata, mantequilla, pimienta y sal- el black pudding o el pan de soda, cuyas fórmulas omitiremos por falta de espacio y conocimientos gastronómicos. Aquí podéis encontrar algunas de las más emblemáticas. ¡Que aproveche!

 

 

 

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