Ortografía: escrivir hazí puede costarte la bida

Quizás no haya aspecto de la lengua que levante tantas pasiones y debates enconados como la ortografía, campo de batalla en el que tildes, bes y uves se usan como armas arrojadizas con las que alancear al desprevenido adversario. Desde el escritorzuelo de medio pelo, como servidor, hasta el intelectual de más pedigrí, quien más y quien menos se jacta de ser un dechado de virtudes ortográficas, y habitualmente no duda en enmendar la plana a quien mete la gamba y coloca la letra que no debiera u omite la tilde de rigor.

A continuación pasaremos revista a las tropas más beligerantes en la batalla de la ortografía, quienes la consideran un bastión cultural que a duras penas resiste las brutales embestidas de los bárbaros que la afean con sus faltas, y analizaremos algunos de los errores más garrafales que éstos cometen:

Los nazis de la ortografía

Perdónennos el apelativo, que no pretende ser sino jocoso, como ya recoge el divertido grupo de Facebook del mismo nombre. Mediante ejemplos flagrantes de atentados contra el buen escribir, memes bastante mordaces que afean la conducta del infractor y diversas iniciativas más o menos pedagógicas, este batallón de escribanos hace mofa y befa de los tuercebotas lingüísticos con verdadera saña.

Hemos de reconocer que cada vez es más difícil encontrar argumentos a favor de quienes consideran la ortografía un terrible lecho de Procusto plagado de normas abusivas y arbitrarias. Desde que no sólo existen los correctores de texto automáticos, sino que incluso ya están incorporados a redes sociales como Facebook, un simpático subrayado rojo nos avisa de que hemos dado un patadón a la sacrosanta RAE (o de que estamos usadno una palabra coloquial o malsonante, pues el Word y la mayoría de correctores son muy suyos y muy puritanos para estas cosas). Vamos, que no se puede decir que no estemos sobre aviso, y que allá nosotros si enviamos o publicamos un texto con más rojo que la Internacional Socialista.

Desde hace unos años circula por la red un desopilante y agudo texto sobre las consecuencias que tendría descuidar la ortografía y adaptar paulatinamente las normas a la comodidad de los hablantes. Aunque lo mejor es leer el texto completo, extraemos un párrafo que da buena idea del ingenio de esta parodia: Para ebitar otros problemas ortográfikos se fusionan la g y la j, para que así jitano se eskriba komo jirafa y geranio komo jefe. Aora todo ba con jota: 'El jeneral jestionó la jerensia'. No ay duda de ke esta sensiya modifikasión ará que ablemos y eskribamos todos con más rregularidad y más rrápido rritmo.

¿Realmente escribimos tan mal?

También es fácil toparse con noticias, como ésta de El País, en las que se pone el grito en el cielo ante las faltas de ortografía que los alumnos cometen con regularidad, no sólo en el colegio, sino también en la universidad. Un profesor señala que “cuando escribías una carta te esforzabas, aunque fuese a un amigo, porque era algo de lo que quedaba constancia y decía mucho de ti. Por eso quiero que entiendan que en Tuenti o en Facebook también se puede escribir bien y tienen que elevar el registro'. En muchos artículos, como en éste, se cargan las tintas contra el lenguaje abreviado propio de los sms, que lleva a sacrificar corrección en pos de mayor rapidez; es un tema espinoso y complejo, que abordaremos en una próxima entrada de este blog.

Lo que a menudo se pide, en resumen, es que la aplicación de las normas no sea tan laxa, y que para superar una carrera o examen universitario se exija un mínimo conocimiento ortográfico. Sin embargo, no faltan quienes señalan con acierto que no es que ahora se escriba peor que antes, sino que internet y las redes sociales hacen más visibles los ejemplos de mala ortografía, como nos recuerdan en este artículo del New Statesman: es decir, hace tiempo apenas sabíamos cómo escribían nuestros amigos, familiares y conocidos, pero ahora interactuamos con mucha más gente mediante internet. De la misma forma, habría que comprobar hasta qué punto es cierto que los universitarios de ahora escriben peor que los de hace 30 años, y si no es más una cuestión de que bastante más gente tiene ahora acceso a estudios superiores –y, por tanto, la posibilidad de toparse con malos escritores es mayor por una mera cuestión estadística.

Una coma podría matarte

Lo cierto es que la mala ortografía no sólo provoca iras y burlas, sino que a veces puede hacerte dar con los huesos en la cárcel, como les ocurrió a los ladrones brasileños de los que habla este artículo de El País; 'Desde el vista operacional [sic], son muy buenos. Pero, desde el punto de vista gramatical, son pésimos', dijo con indisimulada sorna el delegado de la policía encargado de su captura. Y es también célebre el muy traído ejemplo sobre cómo la forma de colocar una coma puede costarte o salvarte la vida; según la historia de una condena que se atribuye a Carlos V, éste debía escribir lo siguiente: “perdón imposible, que cumpla condena”, pero un afortunado error ortográfico transformó la frase en: “perdón, imposible que cumpla condena”. Sea o no cierta la anécdota, da una idea muy certera de lo traicioneros que pueden ser los signos ortográficos si no los tratamos con decoro.

Otro ejemplo sobre la importancia de saber ubicar las comas en el sitio adecuado lo tenemos en esta frase: “si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda”. Obsérvese cómo cambia su significado si la coma se sitúa después de “tiene” o después de “mujer”. Este ejemplo, atribuido –al parecer, de forma errónea- a Julio Cortázar, es bastante ilustrativo. En este enlace podéis encontrar algunos otros de cierto interés. Por último, no queremos dejar pasar este tremebundo ejemplo, directamente extraído de la primera página de un periódico: en 1993 El Diario de Navarra nos deleitaba con el macabro titular 'Don Juan, agoniza', al que sólo le faltaban las exclamaciones para interpretarse como una exhortación al fallecimiento del antiguo monarca.

¿Qué opináis vosotros sobre la importancia de la ortografía? Aunque en International House Madrid nos posicionamos al lado de quienes la consideran algo capital, en nuestro próximo artículo hablaremos de quienes, con mejores o peores razones, argumentan que en ocasiones puede convertirse en un indeseable corsé, limitación o arma arrojadiza elitista.

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