Aprender idiomas: ¿para qué ‘es mejor’ cada lengua?

Dejémoslo claro desde el inicio: aprender un idioma debería ser siempre algo que se hiciera por placer, por afán de conocimiento, antes que por un mero cálculo utilitario. Es difícil que nadie adquiera una nueva lengua e invierta tanto tiempo y esfuerzo en ella si solo tiene los ojos puestos en obtener un beneficio práctico (económico o laboral, por ejemplo); por eso, “mejor” está entrecomillado, porque en un sentido amplio todos los idiomas son igualmente buenos. Ahora bien, lo que hoy trataremos de plantearnos en el blog de International House Madrid es qué suele asociarse con cada una de las principales lenguas que se hablan en Europa, para qué objetivos suele considerarse que es óptima cada una.

El francés y la diplomacia

Hasta hace no demasiado tiempo, el francés era la lengua más estudiada en los colegios españoles; nuestros abuelos, incluso nuestros padres, probablemente lo aprendieran en vez del inglés, que hace ya algunas décadas pasó a sustituirlo como segunda lengua.  Y tal vez hayáis oído en alguna ocasión que “el francés es el idioma de la diplomacia”, un cliché con hondas raíces históricas que se remontan a los tiempos en que los tratados internacionales se firmaban en dicho idioma –a partir del siglo XV-, aquellos en que París era considerada la capital del mundo, la ciudad más cosmopolita e importante de Occidente. Y el francés, igual que el latín en su momento, fue la lengua más estimada por los mejores oradores y los pensadores más refinados. En este artículo podéis encontrar un completo análisis histórico de los motivos que llevaron a que la lengua de nuestro país vecino adquiriera tal importancia en los salones de medio mundo.

¿Es esto cierto en pleno siglo XXI? La respuesta corta es que no, desde luego. El inglés tomó el relevo hace tiempo y no parece que vaya a soltarlo en los próximos años. Pero sí podemos decir que ese aura de elegancia y refinamiento sigue asociada al idioma francés, cuyo conocimiento sigue estimándose algo “de buen tono” en bastantes contextos y estratos sociales. Romanticismos al margen, huelga decir que el francés también se asocia con una de las mayores tradiciones literarias del mundo, así como con muchos de los movimientos artísticos y musicales más importantes de los últimos siglos. No es raro, en tales circunstancias, que tanto melómanos como bibliófilos, aficionados al arte o apasionados del estudio de la historia se hayan sentido seducidos por el francés.

El alemán y la palabra justa

Cuando pensamos en el alemán es probable que lo primero que nos venga a la cabeza sean la precisión y el rigor. No es raro: la complejidad de la lengua germana y sus innumerables recursos para formar palabras que apresen una idea o concepto al milímetro parecen hacerla especialmente válida para expresar ideas tan abstractas como sutiles.  No en vano el alemán es, después del griego, la lengua en que más obras filosóficas relevantes se han escrito. Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger, Schiller… la lista es interminable. Además de pensadores, grandes inventores y pioneros se han expresado en dicho idioma, con más de 100 premios Nobel entre ellos. Y no es solo cuestión de dejarse impresionar por los grandes nombres, sino que esto tiene, además, una consecuencia tangible: el alemán goza de gran presencia en las publicaciones académicas que se editan en la actualidad. Cualquier interesado en leer grandes obras en su idioma original que se sienta atraído por las ciencias, la ingeniería o la filosofía tiene bastantes papeletas para interesarse por el estudio de la lengua de Goethe.

El italiano, gesticulando se entiende la gente

¿Qué podemos decir del italiano? Bueno, mucho de lo que ya comentamos sobre el francés es también aplicable a esta bella lengua, asociada tradicionalmente a las artes, la poesía y, en definitiva, el refinamiento y el humanismo. También, no nos olvidemos, a la gastronomía –es el idioma con mayor número de palabras para describir la comida-, la decoración, el cine o la moda. Existe además un cliché según el cual el italiano sería el idioma más parecido al latín, aunque nos tememos que no es del todo cierto: tal vez fonéticamente comparta con él más rasgos que otras lenguas derivadas de él, pero sintáctica y morfológicamente están más alejados de lo que puede pensarse. En cualquier caso, no cabe duda de que saber uno de dichos idiomas puede ser una inestimable ayuda para aprender el otro; y, además del griego, tanto el italiano como el latín son las lenguas que todo aquel interesado en la cultura clásica debería esforzarse por conocer.

Otro interesante factor que hace especial el italiano es que, si se nos permite la licencia, este idioma no solo se expresa mediante palabras, sino que en gran medida lo hace también a través de los gestos. Los italianos son considerados uno de los pueblos que más han desarrollado el lenguaje no verbal, y por ello suele decirse que “hablan con las manos”. Si tenéis ocasión de visitar Italia, fijaos bien en este detalle (reflejado en el meme humorístico que veis arriba). La explicación más convencional para este fenómeno es que los italianos son artistas en sentido amplio, y su forma de gesticular con sus manos remite a su tradición pictórica, escultórica, etc. Sin embargo, el origen parece ser más prosaico: cuando Grecia colonizó el sur de Italia, la densidad de población era muy elevada, así que el lenguaje de gestos resultaba útil para llamar la atención de otros y hacerse oír entre el gentío sin necesidad de gritar.

En este artículo apenas hemos rozado la superficie, por supuesto, pero confiamos en haber dado una somera idea de los elementos que uno debe tener en cuenta cuando decide estudiar otra lengua. No todo va consistir en cálculos de número de hablantes, oportunidades laborales, países en los que tiene presencia, etc. Factores importantísimos, sin duda, pero que nunca deberían ser los únicos para alguien con afán de conocimiento e interesado por otras culturas. Por último, si no nos hemos ocupado del inglés se debe a que este apenas necesita defensa, y estudiarlo parece algo obligatorio, pero no descartamos hacerlo, junto a otras lenguas, en una entrada futura de este blog.

En International House Madrid, además de aprender inglés, también puedes aprender francés o aprender alemán. Y los beneficios que te reportará el conocimiento de una tercera lengua serán no solo profesionales sino, como ya hemos explicado, personales. ¡No desperdicies la oportunidad de hacerlo!

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