En el blog de International House Madrid hoy queremos centrarnos en una clase de palabras que, aunque a todos nos resultan familiares, no suelen recibir la debida atención. Nos referimos a las onomatopeyas, que, según la R.A.E., son “palabras cuya forma fónica imita el sonido de aquello a lo que designan”. Y que, en contra de lo que pueda pensarse, varían sustancialmente de un idioma a otro.
¿Quién no ha leído algún tebeo –de Mortadelo o de Tintín, por ejemplo- y se ha encontrado con divertidas expresiones como “booom” o “¡arrrrgg!”? Lo gracioso viene cuando, al leer viñetas escritas en otros idiomas, nos encontramos con formas diferentes para aludir al mismo sonido. Por ejemplo, si queremos representar el sonido que alguien hace al estornudar, probablemente usemos la onomatopeya “atchís”; sin embargo, un turco escribirá “hapsu”, y un inglés, “achoo”. Y para un ronquido recurriremos a algo como “rrrr”, mientras que un vietnamita lo representará como “kho kho”, y un francés como “ron pchi”.
¿Por qué ocurre esto? Principalmente, porque la traslación de sonidos naturales –el ruido del agua, el canto de un pájaro, la explosión de una bomba- al lenguaje escrito permite un cierto margen de interpretación y cierta subjetividad; tengamos en cuenta que, incluso dentro de una misma lengua, existen diferentes onomatopeyas para un mismo sonido: por ejemplo, algunos escribirán “¡pang!” para representar el sonido de un disparo, mientras otros emplearán la grafía “¡bang!”. Naturalmente, pese a la flexibilidad, existe un cierto consenso, y raro será que alguien utilice “cuac” o “wof” para dicho sonido.
Lo curioso es que, pese a lo comunes que son las onomatopeyas –todos las usamos a diario-, son un fenómeno lingüístico poco estudiado y sobre el que existen discrepancias. Por ejemplo, el famoso lingüista Ferdinand de Saussure sostuvo que se trataba de grafías arbitrarias, sin vínculo claro entre el sonido y la palabra, y para sostener su tesis se apoyaba en las enormes diferencias entre idiomas que hemos señalado en el segundo párrafo. Pero otros, como el filósofo francés Jacques Derrida, han argumentado que la formación de onomatopeyas forma parte del proceso de evolución del lenguaje, es decir, que está en el origen de muchas palabras más articuladas que se formaron posteriormente. Esta última tesis, bastante sugerente, se conoce como teoría Onomatopéyica, y dibuja un pasado en el que el hombre no utilizaba el lenguaje, como nosotros, para expresar ideas complejas, sino que emitía sonidos guturales más bien inarticulados. En este enlace puedes encontrar una explicación más elaborada de esta teoría.
Sea como sea, ningún interesado en aprender inglés u otros idiomas debería pasar por alto la oportunidad de conocer qué onomatopeyas se utilizan en lenguas diferentes a la suya. A fin de cuentas, aunque parezcan palabras más bien humildes y poco sofisticadas, dan mucha personalidad a la forma de expresarse, e incluso pueden revelar interesantes rasgos culturales al interlocutor atento. Por eso, es de agradecer el trabajo del profesor Derek Abbot, quien, a lo largo de sus viajes por todo el mundo, se dedicó a recopilar las onomatopeyas más interesantes que escuchaba y a plasmarlas en las divertidas viñetas que acompañan a este artículo.
Si, además de conocer el origen y usos de la onomatopeya alrededor del mundo, deseas aprender inglés, francés o alemán, solo tienes que entrar en la web de International House Madrid y elegir el curso que mejor se adapte a tus necesidades.