El aula intercultural

¿Cómo es una clase intercultural de Español como Lengua Extranjera (ELE)?

Uno de los aspectos más interesantes de las clases de idiomas, así como de los más problemáticos, consiste en enseñar a un grupo de alumnos de diferentes procedencias. Frente a las clases que se daban hace varias décadas, cuando era común que los grupos fueran más homogéneos, en la actualidad es bastante habitual que el alumnado proceda de diferentes zonas geográficas y culturales. En International House Madrid abundan los cursos y encuentros de alumnos en los que se producen las mezclas más variadas.

La pregunta que surge a menudo es: ¿cómo enseñar inglés –por ejemplo- a un grupo compuesto por alumnos italianos, chinos, brasileños y españoles? Aunque, en principio, esto no represente un gran problema cuando los estudiantes tienen ya un cierto dominio del idioma, sí suele serlo si el nivel es todavía bajo. Tengamos en cuenta que en estos casos el profesor tendrá que hablar en inglés a personas que apenas tienen nociones del idioma, por lo que cuando los estudiantes no entiendan algo será difícil dar una explicación que los saque del apuro. Para entender mejor de qué recursos dispone el docente, hablamos con Elena Gutiérrez, de 28 años, licenciada en Filología Inglesa que da clases de español e inglés para extranjeros en Glasgow (Escocia). Llegó a ser profesora en buena medida gracias a haber realizado el curso para profesores de Español como Lengua Extranjera (ELE) de International House Madrid, tras lo que terminó trabajando en una academia escocesa.

Elena nos explica que en sus clases “he llegado a tener alumnos de hasta cinco nacionalidades diferentes; Glasgow es una ciudad con bastantes inmigrantes, muchos de los cuales llegan con escasos conocimientos de inglés, aunque lo necesitan para desempeñar sus trabajos”. Ella lo ve como algo muy positivo, porque, ante todo, le permite conocer diferentes culturas: “además de la enseñanza de idiomas, intento que en el aula se compartan experiencias y se hable sobre el lugar de procedencia de cada alumno. Es mucho más enriquecedor y mis estudiantes se implican más al conocer mejor de dónde viene cada uno”.

No obstante, esto también genera dificultades al docente: “lo más difícil es utilizar solo el idioma que se desea aprender desde el principio. Antes de marcharme a Glasgow di clases de español a extranjeros que residían en Madrid desde hacía poco. Cuando su lengua materna era el inglés, trataba de solucionar sus dudas usando ese idioma. Sin embargo, cuando en una clase hay alumnos con lenguas maternas distintas, no puedes recurrir a cada una para resolver los problemas que surjan: tienes que hablar español en todo momento y recurrir al lenguaje gestual si es necesario”. De lo contrario, explica, “si, por ejemplo, yo sé inglés, pero no italiano, y tengo alumnos de esos dos países en el aula, los italianos pueden sentirse incómodos si yo utilizo el inglés para explicarles algo a quienes sí tienen ese idioma como lengua materna. Además,  aunque al principio sea duro, dar toda la clase en español hace que se acostumbren a él mucho más rápido; y si es más difícil explicar algo o se pierden algún detalle, no es el fin del mundo”.

Por supuesto, otro de los desafíos que plantea esta clase de enseñanza reside en que, según la lengua materna de cada estudiante, sus esquemas mentales lingüísticos serán diferentes. “Yo sé en cierta medida qué aspectos del inglés le resultan más complejos a un español o a un francés, por ejemplo, pero me resulta difícil apreciar la clase de dificultades que un chino o un árabe tienen al aprender español. Como no son idiomas que yo conozca, su gramática, su forma de pronunciar, etc., me plantean un reto como profesora. Personalmente, creo que merece la pena el esfuerzo de informarse sobre las bases del idioma del estudiante en la medida de lo posible. Hablo de cosas básicas: por ejemplo, saber que un alumno alemán utiliza un idioma con declinaciones, que un árabe escribe de una forma completamente diferente a la nuestra o que un chino jamás emplea muchos de los fonemas propios del inglés, y que esto dificulta su pronunciación. Son cosas muy sencillas que permiten empatizar mejor con el alumno y comprender sus errores para subsanarlos mejor”, dice Elena.

Al preguntarle sobre su experiencia formativa y cómo esta le ha ayudado, nos responde: “me fueron útiles los recursos que aprendí en el curso de ELE de IH Madrid. En él se practican muchas actividades para implicar a los alumnos, juegos muy visuales que les permiten participar sin importar de qué cultura vengan. Es un modelo de clases que evita ser árido o abrumar al estudiante con normas gramaticales. El fallo de muchos profesores es la obsesión por corregir; y corregir está bien, pero solo debe insistirse en ello en los niveles avanzados, porque en los más bajos lo primordial es que los alumnos se suelten y aprendan a expresarse con naturalidad”, aclara.

Confiamos en que el testimonio de Elena os sea útil si pensáis dedicaros a la enseñanza de idiomas. Recordad que en International House Madrid no solo enseñamos idiomas, sino que formamos con gran éxito profesores que, como en este caso, a menudo logran trabajar en otras partes del mundo. ¡Descubre nuestros cursos de ELE

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