¿Y por qué en tres días? Muy sencillo: es el tiempo que servidor pasó en la ciudad durante las últimas Navidades, y en mi opinión un periodo de tiempo más o menos razonable para conocer Edimburgo. O, al menos, su centro histórico, ya que abarcar toda la ciudad y hacerlo en profundidad llevaría bastante más tiempo. Huelga decir que es un sitio perfecto en el que aprovechar para aprender inglés y perfeccionar vuestro nivel, aunque el peculiar acento de los escoceses os obligará a afinar el oído más de la cuenta. Dicho esto, pasemos revista a algunas sugerencias para aprovechar Edimburgo al máximo:
Camina hasta que te duelan los pies
De acuerdo, este consejo es aplicable a la mayoría de ciudades, pero quiero hacer hincapié en que en el centro histórico de Edimburgo -ambas zonas, tanto Old Town como New Town- hay que esforzarse mucho para encontrar un solo lugar anodino o por el que no merezca la pena pasear. Todo un intrincado laberinto de callejuelas pavimentadas y numerosos callejones hacen que sea una delicia dejarse llevar hasta donde le lleven a uno los pies, sin rumbo fijo. Hay que tener en cuenta que el centro de Edimburgo es bastante pequeño, y recorrerlo de punta a punta apenas supone un buen paseo. De hecho, perderse es muy difícil o, más bien, es muy fácil encontrarse; para empezar, porque es muy sencillo encontrar puntos de referencia –Arthur’s Seat, las torres de las iglesias-, y porque lo más que puede implicar perder el norte durante una caminata es un retraso de algunos minutos hasta que uno se ubica y rehace su camino.
Dos sugerencias: la primera es pasear por la ribera del río Leith, que atraviesa Edimburgo y cuenta con un paseo que es una delicia. Además, apenas tendréis que alejaros del centro de la ciudad para llegar a las zonas más bonitas. Podéis encontrar más información sobre sus encantos aquí. La segunda consiste en tomar Princess Street -una de sus calles principales- y recorrerla hasta el final, visitando primero el castillo que domina la ciudad y los jardines que la rodean, llegar a Calton Hill (en la siguiente foto), que se encuentra al final de la calle y es una colina sobre la que se domina la ciudad, llena de monumentos e incluso un coliseo, y, si se dispone de tiempo, subir hasta el famoso Arthur’s Seat, un emblemático conjunto de colinas más verdes que el brócoli que se elevan sobre Edimburgo.
Visita sus cementerios e iglesias
Si de algo se enamoró quien esto firma fueron los cementerios: soy consciente de que, al menos en España, las visitas al camposanto suelen ser actividad exclusiva de góticos y gente de edad avanzada, pero en Edimburgo es diferente. No sólo están situados en pleno centro de la ciudad, sino que la mayoría son asombrosamente bellos y se corresponden con la imagen idealizada que ha sido plasmada en tantas películas: llenos de verdor, con lápidas enormes y forradas de musgo, cuyos propietarios fallecieron siglos ha. Naturalmente, la imagen que proyectan es muy diferente de noche que de día, pero eso ya lo dejamos a elección de cada cual y su sensibilidad con estos asuntos.
Por ejemplo, el cementerio de Greyfriars es de los más célebres, no sólo por su belleza, sino también por la historia del perro Bobby, que permaneció durante catorce años junto a la tumba de su dueño. No menos interesante y acogedor es el de Cannongate, en el que se encuentra la tumba de Adam Smith. Y, por último, el Old Calton Cemetery, que acoge al filósofo David Hume. Quizás estos cementerios no tengan el caché y fama de los que goza Père Lachaise, en París, pero nada tienen que envidiarle.
Aunque la catedral de St. Gilles es la más célebre de Edimburgo, si algo no falta en la ciudad son iglesias de arquitectura exquisita, como demuestra esta completa lista con todas las que podéis visitar. De hecho, el interior de una de ellas ha sido reformado como pub.
Comida y bebida
La gastronomía es quizás lo más discreto de Edimburgo. De ella yo destacaría la repostería, muy variada y de gran calidad hasta en los bares del aeropuerto; es difícil resistirse a un buen baño de glúcidos gracias a la dulzura de sus postres y desayunos. En casi todas las tabernas disponen de comidas y cenas a precios razonables; los menús suelen ser bastante escuetos y poco variados, pero bien valen para llenar el buche, y contienen algunas agradables sorpresas, como las sabrosas salchichas, las sopas de la región o las patatas en sus diversas presentaciones. El haggis, plato escocés de mayor renombre, pone a prueba tanto paladares como estómagos delicados: es una auténtica bomba calórica con un sabor y aspecto que, para entendernos, están cercanos a los de la morcilla. No recomendable para tiquismiquis, aunque merece la pena darle una oportunidad.
Por supuesto, las bebidas espirituosas son otro cantar. La variedad de cervezas a la venta en cualquier establecimiento es asombrosa, aunque también resultan ligeramente más caras que en España. Y, aunque servidor es incapaz de disfrutar de un whisky, la calidad del escocés es legendaria, así que quienes sean aficionados a él bien pueden dejarse caer por el Museo del Whisky de Edimburgo. Por último, la cantidad de pubs que hay en la ciudad es asombrosa, tanto como la cuidada decoración y ambiente acogedor que reina en la mayoría de ellos. Eso sí, tened en cuenta que en Escocia no sirven alcohol a partir de cierta hora y los locales cierran antes, así que a poco que os despistéis os podéis quedar con el gaznate seco.
Haz un tour por la ciudad y disfruta de un concierto
Hay al menos dos itinerarios disponibles que gozan de gran popularidad entre los turistas que llegan a Edimburgo. El primero de ellos es un recorrido clásico (disponible en español) por los lugares emblemáticos de la capital. Incluye las explicaciones de rigor a cargo de voluntariosos guías que te darán abundante información sobre la historia de cada sitio, a los que se paga la voluntad o lo que uno estime conveniente en función de la calidad del tour. El otro, llamado “Ghost and Gore Walking Tour”, consiste en visitas a los lugares más sórdidos o sangrientos de Edimburgo, y está dedicado a la historia secreta y del crimen de la ciudad.
La escena musical de Edimburgo, al igual que la británica, en general, es muy estimulante. O al menos eso tengo entendido, ya que en los escasos tres días que pasé allí sólo pude ir a un concierto de jazz –excelente, eso sí- en este estupendo club. Esta pequeña guía de The Guardian es un buen punto de partida para asomarse a algunas de las mejores salas de conciertos de la ciudad.
¿Os resulta tentador pasar unos días en Edimburgo? Desde luego, no os arrepentiréis de visitar una de las ciudades más bellas de Europa y aprovechar para aprender inglés. Y disponemos de la mejor forma de hacerlo, gracias a los cursos de International House Madrid en Edimburgo, localizados en una de las más prestigiosas escuelas escocesas.